Fiscalización preventiva para mejores resultados

24 / Ene / 2020

Foto ASF-David ColEl 20 de febrero se presenta el Informe de Resultados de la Fiscalización de la Cuenta Pública 2018, donde se informará de las observaciones en proceso de aclaración –no son resultados definitivos– de las cerca de dos mil auditorías que se realizaron en el marco de esa cuenta pública. Posteriormente los auditados tienen un tiempo para aclarar, esto es solventar las observaciones: 10 días hábiles para enviar el informe individual a los entes, 30 días también hábiles, tienen éstos para contestar y la autoridad otros 120 para pronunciarse, esto es 160 días hábiles, lo que nos puede llevar hasta el mes de octubre, casi dos años después de que se liberó el primer peso del presupuesto de 2018.

Todo esto último ya no en el área auditora, sino en la de seguimiento que creamos al llegar a la institución, donde todavía se puede aclarar si se cuenta con bases para ello, hasta que pasa a las áreas de investigación y sustanciación, donde se determinan las responsabilidades, si las hay.

Cabe comentar que siempre se garantiza el derecho a la defensa de los presuntos responsables, incluso proporcionándoles por mandato de ley un defensor de oficio.

Con resultados definitivos casi dos años después, no hay por supuesto ningún enfoque preventivo, por ello la necesidad de auditar no sólo posteriormente a la presentación de las cuentas públicas al Congreso, sino de manera adelantada y preventiva, directamente o a través de convenios como ya se han concertado varios entre la Auditoría Superior de la Federación y las áreas responsables del ejercicio del gasto en cualquiera de los tres poderes.

En obra pública las revisiones que se hacen utilizando los laboratorios móviles, evitan tener que hacer pruebas destructivas, generando economías en tiempo y en costos adicionales.

El objetivo de las auditorías no es recuperar recursos para la tesorería nacional, lo cual es, en términos fiscales, una economía presupuestal, pero ello no afecta a la burocracia, sino a los ciudadanos que dejan de recibir los beneficios esperados de las obras o programas que por ineficiencia u opacidad no se realizan, o que se hacen violando los tiempos marcados en el presupuesto y la normatividad, y en ello hay temas muy delicados en materias como infraestructura, salud y medio ambiente, cuyo impacto social y muchas veces ambiental, es negativo y generalmente irreversible.

Cierto es lo que ha prevalecido, pero es lo que tenemos que modificar, y en la ASF se está logrando ya sea a través de denuncias –que hay muchas– o adelantos concertados con los entes, lo que fortalece el enfoque preventivo que planteamos ante el Congreso, por ello la necesidad de formalizar las auditorías en tiempo real. Sin embargo, ha sido importante la concertación, mediante convenios para facilitar la fiscalización y evitar que dos años después se vean los primeros resultados, cuando la opción correctiva no exista ya.

2019 fue un año de mucho esfuerzo y gran trabajo en la Auditoría. Arrancamos con un modelo de planeación estratégica, que ha dado mejores resultados, evitando espacios de opacidad o la existencia de entes que, después de muchos años, no han sido auditados, con la impunidad correspondiente.

En diferentes eventos nacionales, en un proceso itinerante, ante los entes fiscalizadores locales, las áreas de finanzas y contraloría de los gobiernos estatales, ante diputados y presidentes municipales, sector empresarial y universidades, hemos mostrado lo anterior enfatizando la prioridad del enfoque preventivo, que empieza desde el inicio del ejercicio presupuestal y antes revisando los marcos de referencia de los diferentes programas.

Hoy con el apoyo de la Ley de Disciplina Financiera y la armonización contable, estamos auditando entes que nunca habían sido revisados, como los Congresos locales, rubros de gasto estatales, incluso empezaremos a revisar órganos de fiscalización locales, como así se nos ha pedido en algunos casos.

David Colmenares Páramo



La deuda estatal no creció en 2019

21 / Ene / 2020

Foto ASF-David ColRespecto a las finanzas estatales se ha dicho que han sido forzadas a subir impuestos locales. Al respecto, ya comenté hace una semana que se trata fundamentalmente de incrementos en algunos impuestos ‘al vicio’, a juegos y sorteos, casinos y ligeros aumentos en el impuesto al hospedaje, en pocos estados. Como sabemos, el principal ingreso de libre disposición de los estados y municipios son las participaciones en impuestos federales, normada su operación en la Ley de Coordinación Fiscal, y se trata de recursos distribuidos de acuerdo a una serie de fórmulas, que hoy están vinculadas fundamentalmente a los porcentajes de población; existe incluso una correlación casi perfecta respecto a este porcentaje y el coeficiente del Fondo General de Participaciones.

Este año se tuvieron que utilizar recursos del FEIEF, el Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros, para compensar la diferencia entre las participaciones programadas y las efectivamente pagadas, por el comportamiento de la recaudación federal participable. El saldo está de acuerdo a lo programado.

Sí, es notable la dependencia de las haciendas públicas estatales y municipales de las transferencias federales, incluidas las participaciones, debido al bajo potencial recaudatorio de los impuestos locales y al desinterés de la mayoría para recaudar, prefiriendo esperar a recibir el impacto del esfuerzo fiscal del SAT.

En los últimos años, especialmente desde 2007, la deuda de los estados se incrementó notablemente, ya que en lugar de estimular el esfuerzo recaudatorio y revisar la distribución de potestades, se crearon mecanismos adicionales para hacer más fácil el endeudamiento de los gobiernos locales, se recurrió a las reestructuras que solamente disparan la deuda hacia adelante para que la paguen las generaciones futuras, con una curva de reducción en el servicio de la misma, pero programada para que cada seis años, en los estados más endeudados, se tenga que reestructurar.

En 2006, por ejemplo, la deuda total de estados y municipios era de 160 mil millones de pesos; para 2012 creció 172 por ciento, para llegar a 435 mil millones; después, a 2018 crece 38 por ciento, siendo ya de 601 mil millones, y al tercer trimestre de 2019 baja a 580 mil millones, menos 3.6 por ciento. Si la inercia persiste, la reducción puede ser un poco mayor. Así se puede concluir que en 2019 se revierte la tendencia creciente del endeudamiento estatal y municipal observada de 2006 a 2018.

Pero no es un fenómeno que abarque a todos los estados, ya que sólo 10 entidades federativas deben tres cuartas partes de la deuda registrada; sólo cinco a septiembre de este año, un poco más de la mitad de la deuda. Las cinco entidades más endeudadas son la CDMX, Nuevo León, Chihuahua, México y Veracruz.

Tradicionalmente la información oficial ha comparado la deuda total respecto a las participaciones, después respecto a los ingresos propios y por tanto a los ingresos totales, restando las participaciones pagadas a los municipios –mínimo 20 por ciento.

Algunos comentarios: La CDMX aparece como la de mayor monto, sin embargo, casi duplica con ingresos propios las participaciones, y cuando se compara el mismo respecto a los recursos de libre disposición, está en el lugar 13.

Así, el coeficiente de Coahuila es de 16 por ciento; Chihuahua, 15.6; Quintana Roo, 14.5; Baja California, 15.5, y –como sorpresa– Oaxaca, 13.3 por ciento. La Ciudad sólo 7.5 por ciento, igual que Zacatecas y Nayarit.

La deuda no es mala en sí; por el contrario, pero como está negociada, está hecha para que no se pague y solo se reestructure, lo que significa que puede ser –como se dijo alguna vez– eterna y a las generaciones futuras les tocará encontrarle salidas.

No obstante, es sano que el año pasado no haya seguido el crecimiento casi exponencial de 2007 a 2018.

David Colmenares Páramo



Política de Integridad

14 / Ene / 2020

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